El Día que Todo Cambió
⭐⭐⭐⭐
Normalmente es común que no se espere nada de las películas mexicanas actuales. Fuera de aquellas de festivales, las que llegan directo a cines tienden a ser comedias románticas simplonas, con un guion casi de sketches y con un sentimiento estético plástico e idéntico. Sin embargo, en este panorama, El Día que Todo Cambió resulta una propuesta fresca.
La cinta gira alrededor de Mario (Luis Arrieta), un oficinista apático y ermitaño, el cual perdió a su pareja (Geraldine Galván) en un intento de asalto hace siete años. Lo único que Mario sabe de los responsables es que a uno le dicen Rayo (Diego Martínez Villa) y el otro tiene un tatueje de Cristo en su mano (Luis Alberti). Con esa escasa información, Mario sale algunas noches a cazar asaltantes, a los cuales mata y entierra en un bosque cercano, con la esperanza de que alguno conozca a los asaltantes que arruinaron su vida y así poder vengarse de ellos. Sin embargo, todo se complica con la involucración de Tania (Gabriela Cartol), quien parecer lograr que Mario aprenda a dejar ir su ira.
Fuera del nivel narrativo, toda la cinta se siente como una bocanada de aire fresco. Conceptual y temáticamente la cinta explora cuestiones como la venganza, la violencia sistemática, la corrupción y la ira. Pero, no lo hace de forma graciosa y superficial, la película constantemente muestra esto como cuestiones horribles e indeseables. Un asalto no es motivo de risa como en el filme de comedia cualquiera, es un evento traumático que puede costarte la vida. La violencia sistemática no es perpetuada solo porque haya "gente mala", se trata de personas con circunstancias muy complicadas, que solo intentan salir adelante y, entre los cuales, también puede haber individuos que simplemente se equivocaron de manera garrafal y viven profundamente arrepentidos. El filme explora todas estas aristas, cuestiona las concepciones de la audiencia y el protagonista, y así logra complejizar los actos de Mario, llevándo al espectador a preguntarse si de verdad esto es algo correcto.
Y esta seriedad aplica a todos los aspectos de la cinta. Los personajes no se la pasan haciendo chistes para sacarle una carcajada al espectador, las acciones y desiciones de los involucrados en la narrativa tienen consecuencias reales y hasta fatales, y solo en muy contadas ocasiones hay una búsqueda de parodia, metacomentario o sátira. La película es densa, brutal en momentos y dramáticamente pesada.
Pues, aun cuando la mayoría de los personajes se muestran constantemente muy expresivos, el protagonista es sumamente sobrio la mayor parte del tiempo. En ese sentido, aunque de forma un tanto melodramática y obvia donde el personaje se ve genuinamente alegre en los flashbacks con su concubina, el guion expone cómo su muerte lo cambió, y, durante el clímax en el que disfruta manipular y culpabilizar a otros, se siente como un completo psicópata. En ese sentido, aún cuando las actuaciones no son de las mayores fortalezas de esta cinta, ciertamente todos los intérpretes hacen un trabajo correcto y bien conseguido, transmitiendo lo que necesitan transmitir de forma efectiva.
Además, la situación dramática está muy bien manejada. El protagonista tiene un objetivo relativamente sencillo a nivel dramático: vengarse de quienes mataron a la mujer que amaba. No obstante, la cinta encuentra maneras de complejizarlo dramáticamente. Aún cuando Mario se encuentra en un lugar peligroso de la ciudad, una mujer le brinda ayuda y se porta bien con él, cambiando por unos momentos la dinámica donde ya hay más que enojo o apatía. Así mismo, esto luego regresa a jugar cuando, precisamente esta relación que establece con Tania afecta las relaciones y objetivos de Mario. De repente, este objetivo ya no es tan sencillo como parecía, ahora involucra lastimar y traicionar a otros que lo ayudaron y se portaron bien con él.
Que, aunado a lo anterior, el guion es brillante. Encuentra maneras de presentar escenas emocionalmente distintas, evitando una sensación de estancamiento. Puedes estar viendo una escena conmovedora, para después pasar a una de tensión tremenda, para terminar en una de tristeza. Pues, aun cuando es de forma sencilla, la película constantemente busca formas de complicar las situaciones y aumentar la tensión y el suspenso, consiguiendo mantenerte al borde del asiento preguntándote cómo le hará el protagonista para salir de ese embrollo. Y, sobre todo, el guion juega bien sus cartas, presentando elementos que luego vuelven a jugar en la historia, y evolucionando poco a poco las relaciones entre los personajes, para dar una sensación de circularidad y progreso.
Igualmente, estéticamente es muy llamativa. Se nota un intento de crear una especie de thriller neo-noir como John Wick, llena de luces brillantes y de colores, sombras duras y altamente contrastadas, y una ciudad llena de callejones y edificios aprisionantes, pero lo situa en México. Las luces de colores no se sienten como de Nueva York, se sienten como aquellas que cruzas en la Ciudad de México. Los edificios no tienen la arquitectura clásica de las metrópolis estadounidenses, están en obra negra y con grafitis con mala ortografía. Los pandilleros no se visten como mafiosos ni los vagabundos con ropa voluptuosa y de colores neutros, los criminales utilizan pantalones hasta media nalga y playeras llenas de joyería falsa, mientras que hay una niña vagabunda vestida de payaso vendiendo mazapanes. Al final, la cinta integra, tanto narrativamente como en su estilo visual, las idiosincrácias de una ciudad mexicana, abrazándolas y contextualizandose a sí misma en un lugar poco habitual en la cinematografía mundial, pero que no por eso se vuelve alienante o inentendible para quienes no han visitado este tipo de barrios.
Lamentablemente, pese a algunos valores de producción brutales que no cualquier película nacional se puede permitir, ciertamente se nota que los involucrados carecen de experiencia en el tono y género. La fotografía está bien conseguida, es muy llamativa, pero en su capacidad narrativa y uso de luces está muy lejos de lo que Dan Laustsen presentó en John Wick Chapter 4. Las escenas de acción están bien coreografeadas, se entiende lo que ocurre y no se sienten ridículas, pero estan lejos de lograr lo que puede crear David Leitch o Chad Stahelski. La dirección es efectiva, es enteramente capaz de llevar una narrativa basada en la tensión, pero está muy lejos de conseguir lo que puede hacer David Fincher. Inclusive, algunos de los mejores planos se sienten accidentales (quizás no lo sean y eso hablaría muy bien de Javier Colinas), como cuando se aprovecha la calle inclinada para crear una sensación de plano holandes gracias al arte en vez de la cámara.
En conclusión, es una gran película. Técnicamente es competente y con cuestiones destacables, actuaciones efectivas y carismáticas, una propuesta visual única y verdaderamente mexicana, y un guion sencillo, pero perfectamente contado. En un panorama cinematográfico nacional mediocre, en el mejor de los casos, esta cinta, que lamentablemente carece de la publicidad y confianza industrial necesaria, es una bocanada de aire fresco que te logra convencer de que en México sí se sabe hacer cine.

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