Dune Part Two
⭐⭐⭐
Después de tres años de espera, por fin tenemos la continuación de la gran epopeya de ciencia ficción de Villeneuve. Pero, ¿logra estar a la altura de la primera? ¿Se supera?
Dune Part Two continúa donde se quedó la anterior. Paul (Timothée Chalamet) y su madre Jessica (Rebecca Ferguson) terminan uniendose a un grupo de Fremen liderados por Stilgar (Javier Bardem), y en los cuales se encuentra Chani (Zendaya). Jessica se convierte en la Reverenda Madre de los Fremen y su hija en su vientre se comienza a comunicar telepáticamente con ella, mientras que Paul intenta ayudar a los Fremen a acabar con la opresión de los Harkonnen, los cuales ahora son liderados por el sobrino de Vladimir (Stellan Skarsgard), el despiadado Feyd-Rautha (Austin Butler). Sin embargo, la única forma en que los Fremen se liberarán es si Paul se convierte en su líder, en su Lisan al Gaib, y toma el lugar del Emperador (Christopher Walken).
La película tiene un trabajo más complicado que su antecesora, tiene que hacer sentido y cerrar todas las cuestiones que presentó aquella cinta. El meollo del asunto es que se trata de una historia muy compleja que habla sobre religión, propaganda, figuras mesíacas, el destino, rivalidades ancestrales y muchos otros temas en medio de una guerra espacial de escalas cósmicas. Y, la verdad es que, al final, la cinta no logra salir del todo airosa.
Evidentemente es una película bien hecha, al menos desde un apartado técnico. La fotografía de Greig Fraser es brutal, la iluminación es muy llamativa y expresiva, a la vez que algunos planos son prácticamente wallpapers; sobre todo las escenas en el planeta Harkonnen, cuya iluminación tan cargada las hace sentir en blanco y negro, y que son directamente icónicas. El diseño sonoro es de primer nivel, completamente inmersivo, y la música de Hans Zimmer, aunque más convencional y menos mítica y folclórica que en su predecesora, funciona adecuadamente. El diseño de producción continúa siendo muy llamativo, lleno de personalidad y encuentra una forma clara de diferenciarse de otras epopeyas espaciales como Star Wars al recurrir a imágenes más futuristas y figuras orgánicas. Igualmente, los efectos visuales y especiales están muy bien logrados, siendo capaces de crear mundos, vehículos y criaturas gigantes que se sienten como si estuvieran ahí.
Con todo lo bueno que son estos apartados, el punto más débil termina siendo la dirección de Villeneuve. Es bastante competente, cuenta la historia de manera eficaz y, aunque no en todas las ocasiones, sí consigue crear imágenes que se sienten realmente épicas y grandiosas. No obstante, eso se queda solo en las imágenes, no va a las escenas en sí. El director de Blade Runner 4049, como precisamente se puede ver en esa película, tiene una inclinación por los personajes y sus escenas íntimas, más allá de las escenas de acción deslumbrantes, le gustan los planos abiertos y contemplativos. Y, precisamente este gusto termina haciendo que, o sea incapaz o no le interese crear grandes piezas de espectáculo audiovisual. La gran batalla por el planeta Arrakis construida en dos películas, en vez de ser la gran batalla de ejércitos nivel Lord of the Rings, se reduce a cuatro planos abiertos sin continuación directa y un enfrentamiento impersonal entre dos personajes con todos los demás viendo sin hacer nada.
Y, fuera de que evidentemente Villeneuve no busca hacer ese gran espectáculo cinematográfico, la cinta no está de acuerdo con él. El filme constantemente menciona y hace referencia a la guerra como una guerra santa, donde están tan en desventaja que solo Paul viendo el futuro podrá salvarlos, y al final todo se resuelve en cuatro planos donde los Fremen no parecen tener ninguna dificultad. Mientras que Dune Part One era muy solemne, grandilocuente, de lenta cocción (y aún así se siente más épica y poderosa que su secuela que incluye el clímax de la historia), Dune Part Two está plagada de chistes que aligeran la historia, escenas que no cargan el peso dramático que deberían o podrían a cuasa de un montaje muy acelerado, y donde todo se siente pequeño. Mientras que la primera cinta era una propuesta única y que solo podías conseguir gracias a Villeneuve, esta segunda se siente un intento fallido de cualquier blockbuster que salió la semana pasada.
La cuestión es que el guion tampoco apoya mucho a elevar la historia. Débido al carácter mítico de la historia de Dune, ciertamente se siente más como hechos que ocurren arbitrariamente más que como una narrativa. Fuera de algunas cuestiones menores, como el hecho de que la cinta no aproveche su oportunidad de presentar a Paul ya integrado a los Fremen como un estatus quo para iniciar esta nueva aevntura, hay otras situaciones más problemáticas. Muchas cuestiones que se presentan en esta cinta y su antecesora no llevan a nada, todo el tiempo están apareciendo nuevos conceptos gratuitos que evitan una verdadera sensación de apuestas, peligro o tensión, y los personajes salen adelante de las situaciones mediante estrategias muy simples que pudieron haber realizado antes. Igualmente, las relaciones no se dan mediante una interacción y química entre los personajes, sino por escenas sobrias en las que la cinta te dice que ahora están enamorados o peleados, aunque esto no tenga la menor repercusión en la historia; esto tampoco ayuda a hacer muy empáticos o inmersivos los acontecimientos, pero esa cuestión parece la firma desde la cinta pasada. Sobre todo, resulta muy poco satisfactorio que el cambio del personaje, en una película más centrada en esto que en la gran batalla planetaria, sea tan radical y solo porque el personaje tomó una poción azul; no hay crecimiento, arco o evolución, es un cambio instantáneo y mágico.
Así mismo, es curioso que la cinta abarca tanto y nunca es clara su postura al respecto. Todo el tiempo parece que Paul cuestiona y ve como algo negativo la religión, el fanatismo y el destino, pero al final lo acepta y se convierte en un personaje ególatra y desagradable. La película parece que al final, al contrario de la novela y los acontecimientos que pasan, quiere dar el mensaje de que debemos abrazar nuestro destino. No obstante, la verdad es que al final nunca se lleva a una confrontación de esta temática y se siente simplemente inconcluso. Lo mismo ocurre con el tema de la herencia, la familia, el amor y la libertad.
Al final, es un blockbuster con los mayores exponentes de la industria cinematográfica frente y detrás de cámaras, es imposible que sea algo realmente malo y que no te vuele la cabeza técnicamente. Aún así, la personalidad del director le impide comprometerse con lo que intenta ser, pero la película tampoco cede para ser lo que Villeneuve quiere que sea. Es una pena, ojalá fuera más como la primera.
Además, me parece risible que la historia, al menos en sus bits narrativos, es la misma que la de Aquaman (2018), solo que está última está más contenida a menos personajes, con una verdadera carga emocional y donde sí hay grandiosas batallas que se sienten imponentes. Pero, parece que la crítica seguirá validando a directores de renombre (y quiero aclarar que de ninguna manera me parece que Villeneuve sea un mal cineasta) e historias sin carga emocional, a la vez que desestima cintas de directores explotativos y melodramáticas.

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