Winnie-the-Pooh: Blood and Honey 2
⭐⭐⭐⭐
Tras una primera entrega bastante mediocre que simplemente buscaba impactar mediante la expiración de derechos de propiedades intelectuales, pero que aún así logró ser una película ridículamente redituable, un año después llega una segunda parte. Y, pese a todo pronóstico, esta secuela es sumamente disfrutable.
En esta continuación se nos revela que los acontecimientos de la cinta pasada sí ocurrieron, pero que dicha cinta fue una adaptación de serie b dentro del universo de esta segunda. Por lo que, Christopher Robin (Scott Chambers), tras haber sobrevivido a la masacre del Bosque de los Cien Acres, ahora lucha con el estigma social e intenta mediante hipnósis recordar quién secuestró a su hermano cuando eran niños. Sin embargo, a medida que desenvuelve este misterio, tiene que proteger a su amiga (Tallulah Evans) y a su hermana menor (Thea Evans) de Pooh (Ryan Oliva), Piglet (Eddy MacKenzie), Tiger (Lewis Santer) y Buhó (Marcus Massey) que están buscando venganza y control sobre el pueblo.
Por alguna razón que está más allá de mi compresión, los cineastas decidieron comprometerse con su propuesta hasta esta secuela. Claramente la idea de usar personajes infantiles como villanos para generar terror es una premisa ridícula, absurda y cuyo mayor valor está en el impacto que le puedas generar a la audiencia. Esta segunda cinta lo entiende y corrige. Mientras que su antecesora se enfocaba en una creación de tensión (mal conseguida) al estilo de un slasher más contemporaneo como The Strangers (2008), esta secuela abraza completamente el absurdo, lo exagerado, el humor, el gore y el body horror más ochentero posible. Si bien aún hay algo de tensión y expectativa, sobre todo alrededor del personaje de Tiger, la cinta no se anda con rodeos y desde el inicio muestra a Pooh como esta fuerza imparable, despiadada y que no titubea en quitar una vida de la forma más bizarra, creativa, violenta y sangrienta que te puedas imaginar.
La cinta se nuetre de muchos slashers clásicos, convirtiéndola en una mezcla surrealista de ideas ya exageradas, la cual ayuda a diferenciar y personificar a los antagonistas entre ellos. Pooh, en su silueta y movimientos pesados, incluso la forma en que levanta la motosierra, está claramente replicando a Leatherface. Buhó es una especie de Creeper, capaz de volar, que se mantiene en las sombras y con poderes mágicos. Tiger, por su lado, es un personaje más psicótico e inestable, que como Leperchaun o Freddy Krueger aprovecha cada oportunidad para llamar "bitch" a sus víctimas femeninas y usa sus garras para cortarlas. Además, todos estos personajes funcionan como una especie de Jason o Michael Myers, como estas fuerzas sobrenaturales imparables.
Aún así, la película solo usa estos elementos como base, pero los adereza comprometiéndose con su propuesta de serie b. La motosierra está en llamas, Tiger usa su voz grave para decir frases infantiles, a un personaje le desfiguran la cara por completo, a otro lo cocinan en un horno cual Hansel y Gretel, en ocasiones usan trampas de osos como látigos para matar gente y todo se justifica en una historia ridícula sobre un científico loco. La cinta no escatima en lo crudas y explícitas que pueden ser las muertes, la filosofía es que mientras más aparatosos e inverosímiles sean los asesinatos, estos funcionan mejor.
El filme también sube de nivel en muchos aspectos. Los prostéticos se ven de bastante mayor calidad, tanto en las texturas como en la expresividad. La cinta tiene una mayor escala, incluyéndo múltiples locaciones distintivas, una cantidad considerable de efectos visuales y mucho más gore y body horror. También aprovechan para contratar actores con mejores habilidades histriónicas, la dirección se siente más confiada, el diseño de producción busca ser más original, y la fotografía no huye de usar todo tipo de recursos, nuevos y viejos, e iluminar con colores y contrastes para ser más llamativa. En general, se siente con más personalidad visual que la mayoría de cintas actualmente, la cual se termina de decorar con la inclusión de canciones de metal que completan el tono explotativo (morbosamente atractivo).
El guion está mucho mejor trabajado, aunque no es perfecto. Ciertamente en momentos cae en explicación verbal no muy cinematográfica, hay pay-offs no del todo bien pagados y algunas cuestiones menores se resuelven por suerte o se sienten directamente inconclusas. No obstante, la película sí consigue establecer relaciones más empáticas entre los personajes, destacando aquella entre protagonista y antagonista, la historia está mejor estructurada en vez de ser anécdotas pegadas, y se buscan formas creativas para integrar los elementos de su predecesora. Así mismo, aunque llega a ser un tanto obvio, se nota que el guion sabe lo que está haciendo, hacia dónde se está dirigiendo y entiende cuál es la función de cada escena y secuencia; algo que lamentablemente es cada vez más difícil de hayar en el cine contemporáneo. Es un tanto ridículo que esta cinta sea prácticamente una versión mejor escrita de Five Nights at Freddys (2023), lo cual tampoco era muy difícil de lograr.
En conclusión, está lejos de ser una película perfecta. En momentos se nota el bajo presupuesto, al guion le falta apretar un par de tuercas y, sobre todo, la razón por la que Pooh es el villano se siente explotativa y sin una exploración real detrás de esta propiedad intelectual. Aun así, la cinta encuentra maneras de diferenciarse y tener su propia personalidad, contar una historia con múltiples recursos dramáticos y personajes sólidamente trabajados, a la vez que abraza su propia absurdez y exageración para ser un slasher violento, divertido y que te hace pasar un gran momento en el cine.
Lamentablemente, después de lo mediocre de la primera entrega, no puedo culpar al público por no darle tanto apoyo a esta secuela, que se lo merece mucho más. Lo cual es una pena, porque si todo el Poohverse va a tener este tono, resulta algo bastante esperanzador y que no puedo esperar para ver. Marvel ha muerto, y Winnie-the-Pooh lo mató.

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