Megalópolis: A fable
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Si hay alguna idea que creo que deberíamos encontrar obsoleta en pleno siglo XXI, en un mundo posmodernista y democrático, es la del genio creativo incomprendido. Ciertamente, Coppola se considera a sí mismo uno, así como los directores de su generación que simplemente no logran financiar sus proyectos, y quizás sea cierto. Coppola es un genio tan incomprendido que solamente él logra comprenderse.
Megalópolis: A Fable se centra en Ceasar (Adam Driver) un arquitecto con el poder de detener el tiempo y que tiene una visión de una utopía, pero el alcalde (Giancarlo Esposito) lo considera un loco que no ve por la gente hoy y solo es un soñador. La hija de este político (Nathalie Emmanuel) termina comprendiendo la visión de Ceasar y enamorándose de él, buscando construir una familia y la visión idealizada de la ciudad: la Megalópolis creada a partir de cierto material mágico-musical llamado Mégalon. Sin embargo, la financiación de Ceasar gracias a su tío rico dueño de un banco (Jon Voight) se ve comprometida cuando su primo (Shia LaBeouf) y ex-amante (Aubrey Plaza), actual esposa de su tío, tienen un plan para quedarse con el banco y obligar a Ceasar a amarla.
Es oportuno dejar de lado lo más sencillo de abordar. Cinematográficamente sí es un espectáculo que se siente grande. Esta metrópolis de estilo de inicios del siglo XX medio art-deco mezclado con temas romanos clásicos generan una propuesta que solo puedes encontrar aquí; la cual abarca desde los edificios y sets hasta el vestuario y maquillaje. La fotografía, aunque no es la más deslumbrante, sí es muy competente y busca maneras de ser atractiva, con algunos momentos muy destacados. El montaje recurre a diferentes herramientas sencillas y diferentes ritmos para transmitir múltiples emociones de manera efectiva. La dirección cumple su propósito y consigue cabalmente transmitir lo que buscaba transmitir, pero está lejos de ser la más deslumbrante y propositiva.
Por su lado, los actores son de primer nivel. El elenco de la cinta es ridículamente llamativo, está repleto de estrellas y actores reconocidos desesperados por poder trabajar con este director que ha sido considerado uno de los grandes de la historia. Al punto de que, son tantos personajes que muchos actores a penas y aparecen sin ningún propósito real. El peor ofensor es Dustin Hoffman, cuyo personaje no hace nada y ¿muere? en un flashback, siendo un desperdicio de un gran actor y perdida de tiempo para el espectador. Si no aporta nada, ¿para qué tenerlo ahí? Aún así, pese a que todos cumplen lo que se les pide, ninguno hace una interpretación sobresaliente.
Por otro lado, lo que sí lastima a la cinta es lo afanado que está Ford Coppola con su idea de que esto sea una fábula. Efectivamente lo consigue con creces, pero esto daña a la película. En su afán de transmitir un mensaje tan específico, y en su gana de incluir tantos elementos y personajes sin propósito, la película se olvida de ser algo narrativo y dramático. No hay un intento de crear personajes complejos, empáticos o siquiera consistentes, mientras que la narrativa se resuelve casualmente y por si sola sin necesidad de que el protagonista haga algo. Al final, para Coppola no es relevante contar una historia emocional, satisfactoria, climática o inmersiva, solo importa el mensaje, la "moraleja" que el director está enfrascado en presentar.
Por lo mismo, tomando en cuenta que a Coppola solo le importa el mensaje, quizás aquí es donde a la película me resulta más conflictiva. Aquí admito que esto se trata más de una cuestión personal, pues al final cada quién puede tener y compartir sus ideas en sus películas, y yo puedo hacerlo en mi texto, entonces el octagenario va a tener que soportar. La cuestión aquí es que la idea que transmite Coppola, tomando en cuenta lo que sabemos de su propia vida y decisiones como agradecer a su esposa al final de la cinta o poner críticas falsas en los trailers, hacen que más que una epopeya se sienta como una historia de terror gracias a que el director detrás de esta es prácticamente un megalómano narcicista que cree que su forma de pensar es correcta, admirable y superior. (Es curioso como Sofía Coppola el año pasado estrena Priscilla, un thriller terrorífico que muestra los peligros del egocentrismo de este "genio" creativo masculino hacia las mujeres, mientras que ahora su papá estrena una romantización de eso).
No puedo (a diferencia de Estados Unidos en 1945, cosa que Coppola casi aprueba en esta cinta) simplemente aventar una bomba de ese tamaño sin justificación, así que aquí le dedicaré dos párrafos enteros a esto. De entrada, el protagonista tiene el poder de detener el tiempo (una metáfora nada sutil a la idea tarkovskiana de que el director esculpe el tiempo), es un genio individual incomprendido que solo al momento de ver su obra todos los pobres y tontitos van a quedar maravillados y lo van a diosificar. Las mujeres en la historia solo existen por dos motivos: 1) estar tóxicamente obsesionada con el genio al punto de hacer todo con tal de amarrarlo a través del matrimonio, o 2) se enamora de él por ser un genio, a pesar de que la trata horrible y denigra, y ella solo existe para mantenerlo anclado y motivado, siendo su esposa abnegada que debe sentirse realizada a partir de que él consiga materializar su genialidad. Aunado a esto, su genio es tan grande que la única manera de sobrellevarlo es siendo un abusador de personas y sustancias, manipulador y humillador, al cual todo se le debe ser perdonado ya que perdernos de su genialidad y obra sería la verdadera tragedia.
Es un conglomerado de ideas narcisistas, violentas, anticuadas y que, como la teoría de autor, se propusieron hace setenta años y hace cincuenta quedaron obsoletas. Ford Coppola puede creer lo que quiera, y ya es problema de su pobre esposa. Aun así, eso no quita que sea complicado aguantar a tu abuelito misógino y clasista sermonearte por dos horas sobre cómo el casi haber secuestrado a tu abuela y pegarle por no tener la cena lista es superior a ti que lavas los trastes de vez en cuando cuando tu pareja está trabajando para intentar realizarse personalmente.
En conclusión, ¿es una mala película? ¿vale la pena? No creo que podamos reducirla a cosas tan radicales y determinantes. No es una buena película, pero tampoco es aborrecible, es mediocre y para un público muy particular. Es interesante ver que todavía los directores vacas sagradas de hace medio siglo siguen intentando hacer películas sin comprometer sus ideologias y visión, y compitiendo entre ellos para ver quién puede hacer la obra audiovisual más larga, aburrida y que pierda más dinero. Sin embargo, claro que ya no son películas para esta actualidad en la que vivimos, y ya depende de qué valores tú al ir al cine. Supongo que, pese a que Coppola crea que sí, no siempre puede ser tan fácil decidir lo que es mejor para otros.

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