Wolf Man

⭐⭐⭐⭐

Hay momentos en los que siento que la gente no entiende la propuesta de un cineasta, aún cuando es sumamente evidente, y este es el caso aquí. No entiendo por qué hay gente que detesta y se le hace aburrida esta reinterpretación del monstruo clásico por Leigh Whannell, pero tiene todo para ser una experiencia de culto.

Es verdad que en esta ocasión el hombre-lobo no es particularmente lobesco y exagerado como la versión de Benicio del Toro o Hugh Jackman (qué infravalorada es Van Helsing), pero tiene sus propias fortalezas, aun cuando lo visual del monstruo no es tan mind-blowing. Aquí lo terrorífico no es el monstruo conseguido mediante efectos practicos que sigue siendo bastante humaniode, sino el irse transformando y perdiendo la humanidad, tu capacidad de hablar y entender a otros, a la vez que entras en un estado de perpetuo dolor. Aquí ya no es terrorífico que los personajes sean atacados por un monstruo sobrenatural que parece un hombre peludo medio feral, sino que el padre de familia, quien dice que su único trabajo es proteger a la su hija, es quien la puso en peligro y él se está convirtiendo en eso que puede dañarla.

En ese sentido, lo más llamativo de esta cinta es ver la transformación del protagonista desde su perspectiva. Sí, aún están los planos tan famosos desde los ochentas en los que le sale pelo y su fisionomía cambia mientras gritan, no podría no haberlos, pero Whannell sabe que no hay una forma real de superar estos. Entonces, opta por otros recursos. Planos puntos de vista de él viendo como su esposa e hija dejan de entenderle, cómo hablan de él y mencionan lo que él no se da cuenta, mientras comienza a dejar de entenderles, a la vez que sus sentidos se agudizan; es inmersivo y genera una empatía dolorosa en el buen sentido.

Y esto no solo es llamativo, sino que se utiliza en favor de la construción de tensión. El diseño sonoro no solo es agobiante al escuchar cada mínimo sonido con un volumen ridículamente alto, sino que estos se terminan distorsionando por el volumen y pareciendo otros que no son, haciendo una mezcla entre sonidos de la naturaleza con artificiales. Y, pues claro que, cuando un personaje y nosotros escuchamos algo que los demás no, genera ironía dramática, por lo tanto tensión y suspenso. Así mismo, la visión que empieza a adquirir, donde todo está sumamente luminoso, azulado, y hay un aura místicoide sobre los humanos que solo producen sonidos indescifrables cuando hablan y tienen los ojos blancos como con llamas les dan un toque demoniaco y terrorífico. Y, nuevamente, esta visión sirve para hacerle saber al espectador que en la oscuridad donde los personajes no ven nada realmente hay algo acechándolos.

Whannell aprendió bien de su extenso trabajo con Wan en cómo hacer que una película y concepto tan contenido sea visualmente atractivo y espectaculat gracias a un lenguaje cinematográfico sumamente posmodernista, expresionista y que no teme en evidenciarse a sí mismo. Además, su inspiración en The Fly de David Cronenberg es absolutamente evidente, y a partir de esta referencia no hay forma de no entender qué es lo que la cinta intenta hacer. No obstante, Whannell encuentra formas de diferenciarse e incluir elementos característicos de su filmografía como el baho producido por la respiración del "monstruo" o los rolls violentos de la cámara que acompañan a personajes al caerse o levantarse. Pese a todo, y aunque la cinta construye bien la expectativa por ver directamente al hombre-lobo que no se ve hasta ya adentrado el filme, hay un par de momentos que se sienten como oportunidades perdidas donde pudieron haberse aprovechando el fuera del cuadro y el bloqueo a través de los elementos en cuadro para ocultar la "amenaza".

Christopher Abbott, Julia Garner y Matilda Firth componen a una familia disfuncional y que, pese a que ninguno hace una interpretación destacada, cumplen cabalmente. Sobre todo el personaje de Abbott, un padre que al intentar huir de la paternidad de su propio padre, termina llevando a su hija y poniéndola en el mismo riesgo al tratar de salvar su relación de pareja. No es la más efectiva y encorazonadora de las historias, pero el guion sabe que su centro es la relación entre estos personajes y busca darle sutilezas y dinámicas que, aunado a lo únicas, también funcionan para darle sentido a los momentos más emocionales. Es muy inteligente hacer que la niña y el papá jueguen a leerse la mente, lo cual claramente no ocurre, pero es muy efectivo ver cómo siguen esta dinámica aun cuando ya son incapaces de comunicarse verbalmente y aparentemente el padre ha perdido todo rastro de humanidad que le quedaba.

Al final, la cinta no busca ser una revolución estética ni narrativa. Es simplemente un padre que lleva a su hija y esposa a la casa donde creció y son atacados por una criatura sobrenatural. Aún así, la cinta se propone ser visualmente llamativa, enfocarse correctamente en sus personajes y darle un giro bastante fresco a un concepto ya milenario en un filme que está cargado de personalidad y que no deja de ser entretenido.


Pronto podrás leer mi reseña de Emilia Perez aquí.

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