The Brutalist
⭐⭐⭐
Pero qué manera de hacer una película basada en un estilo arquitectónico y artístico, prácticamente considerandose una macro-carta de amor a este gran exponente del mismo, para hacer algo que no entiende lo que supuesteamente está exhaltando.
Adrien Brody interpreta de manera brutal (¿vieron lo que hice ahí?), aparentemente con ayuda de IA para el acento, a László Tóth, un arquitecto que después de la Segunda Guerra Mundial emigra de Varsovia a Estados Unidos y termina de mendigo. Aquí Brody ofrece una interpretación espectacular de un hombre en sufrimiento constante que se la pasa simulando cosas que no es, es complejo y, aunque activo como arquitecto, pasivo en todos los demás aspectos de su personaje. Sin embargo, Guy Pearce, un millonario medio excéntrico, se roba todas las escenas al funcionar como un mecenas obsesionado con pasar tiempo con Tóth, que abusa y lo ve como un accesorio, y tiene mucha más personalidad que el arquitecto al que el título hace referencia. Mientras que, Erzsébet Tóth (Felicity Jones), la esposa del protagonista, es la única persona con algo de respeto propio y se la vive arrastrando la trama; ojalá ella fuera la protagonista. Aquí, esto resulta en algo confuso, pues no entiendo cómo es que alguien pensaba que era exhaltador representar a Tóth de forma tan patética hacia su mecenas y abusiva contra todos los que lo quieren; su esposa es prácticamente una santa, quien es quien se encarga del clímax en una discusión con el mecenas, en la cuál el protagonista, como becas de CONADE, ni siquiera aparece.
Es curioso el enfoque que tomó esta cinta. Tiene una duración ridícula de más de tres horas y media, es un chingo y todavía le ponen un intermedio con la esperanza de llegar a las cuatro horas solo para que te fusiones con la silla. Que, cuando una película es entretenida esta duración es lo de menos (ver RRR como ejemplo), pero este no es el caso aquí. No entiendo porque hacer una película tan larga que únicamente se enfoca y abarca la construcción, porque el diseño es en elipsis, de un único edificio, y todos los demás solo vemos fotografías de ellos. No vemos su trabajo como arquitecto, vemos su trabajo como contratista de un único edificio. Y todo esto empeora al no haber drama, la pasividad del personaje ante cualquier conflicto lo impide. Todo el tiempo hay indicios de que va a comenzar a escalar el conflicto: abusos físicos y sexuales a distintos personajes, abandonos y adicciones, dificultades económicas y laborales, enfermedades e infidelidades, pero, al final, nada de esto lleva a nada. Simplemente lo viven y olvidan a la siguiente escena, el único seguimiento es al final donde, reitero, ni siquiera aparece el protagonista, lo cual es directamente ridículo e inemocional.
Se me escapa cuál es la visión quieren dar de Tóth. Es decir, supongo que quieren mostrarlo como este gran innovador y visionario de la arquitectura, pero en ningún momento ves eso. Dejándo de lado lo patético que es y que no me imagino sus familiares cómo se sentirían al ver esto, realmente lo que debería de brillar, supongo que sería su trabajo como arquitecto. Ver y experimentar de forma cinematográfica las magnánimas y duras edificaciones brutalistas, pero no. Lo único que obtenemos es a Tóth viendo fotografías de edificios más Bauhaus que brutalistas de sus primeros años, y en el epílogo una presentación con transiciones de Powerpoint de su obras ya de dicha corriente. Para ser una película sobre un arquitecto, la arquitectura brilla por su ausencia.
Genuinamente no entiendo qué es lo que intentaban hacer, desde mi perspectiva se siente como un intento estético mal conseguido de ser brutalista en cine. A lo que voy, si vas a hacer "una carta de amor" a este estilo arquitectónico, yo esperaría que busques adaptarlo al medio cinematográfico, cosa que solo se consigue en la duración que directamente es brutal. Fuera de esto, lo demás no se siente particulamente brutalista. Los créditos iniciales tan cargados en un espacio tan pequeño, y los últimos subiendo en diagonal a través de la pantalla, ambos acompañados por figuras geométricas simples, recuerdan más al estilo Bauhaus que a uno realmente brutalista; encuentro un tanto ridículo que no hayan optado por letras grandes, pesadas, que abarcan toda tu vista, en ves de estas pinches letritas como si estuvieras haciendo un examen de la vista.
Además, en el epílogo la sobrina de Tóth da un discurso sobre el trabajo de su padre, que fuera de lo poco cinematográfico y directamente flojo que es que un personaje te recite el tema y explique lo que acabas de ver, contradice lo que acabas de ver. Habla de cómo Tóth diseñó y llegó al brutalismo influenciado por los campos de concentración donde estuvo, cosa que es ridículamente interesante, pero que nunca vimos en la cinta, no hay campos de concentración ni nada que nos haga saber el proceso creativo de diseño; pudo haber habido un montaje paralelo muy interesante de esto, o incluso el protagonista afectado al estar en su edificio. También menciona que su tío buscaba evitar florituras y elementos superfluos, llevar todo a su mínima expresión, cosa que resulta extraña cuando la cinta está repleta de escenas reiterativas, que no aportan nada y que podrían ser cortadas; no encuentro muy brutalista de parte de los cineastas poner planos de los personajes simplemente caminando solos ni de ellos repitiendo por tercera vez la misma interacción intrascendente en la que hablan como si fuera una lectura universitaria. Y, al final, la sobrina cierra su discurso, su monólogo, practicamente un soliloquio explicativo haciendo referencia al protagonista diciendo que lo importante no es camino, sino el destino. Pese a que estoy en desacuerdo con esa aseveración, cada película puede elegir su tema y visión de la vida, pero si este es el caso, entonces ¡¿qué chingados con tu camino de casi cuatro horas?!
Aún así, no puedo negar que la película es bonita de ver. Quizás no es la más estilizada, pero hay planos como el tilt up casi 180° hasta la Estatua de la Libertad de cabeza en el prólogo, así como otros de la luz distorsionada sobreexpuesta creando líneas de luz sobre toda la pantalla, o Tóth fumando a través de chispas en un cielo morado que son imágenes muy llamativas. Asimismo, hay ciertos planos, por ejemplo en la cantera de mármol en Italia la cual se siente sublime, todo tan grandioso y los personajes tan pequeños, que solo te hace desear que pudieras ver de esa forma los edificios sobre los que trata la cinta. El montaje funciona, aunque una buena podada a planos largos para darle forma no estaría de más, y los montajes descriptivos allenescos que presentan ciudades a través de planos fijos de edificios neoclásicos y góticos, aparte de innecesarios, ni siquiera apoyan el estilo artístico que la cinta quiere realzar.
Al final, es una película larguísima que, aunque puedes sostenerte en un par de planos estéticos y una constante promesa de drama, se vuelve frustrante que este nunca llega y a nivel guion es, en el mejor de los casos, mediocre con atisbos de competencia. Sin embargo, la mayor decepción de la cinta es, pese a explicarte el tema y corriente en tu cara como si fuera una clase de historia del arte, los cineastas no lo aprendieron y hacen una película más influida por el Bauhaus y que se enfoca tanto en un drama familiar sin repercusiones que olvida que quizás, lo que todos queríamos ver y que su título promete es, a un artista brutalista.
Puedes, proximamente, leer mi reseña de A Real Pain aquí.

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