El Aborto del Autor
Recientemente, mis algoritmos han estado hablandome mucho de esta idea de la muerte del autor, de cómo este no puede ser separado de su obra. Respeto dicha opinión. Si alguien se siente incómodo consumiendo cierto producto creo que es válido evitar hacerlo. Sin embargo, yo tengo otra postura respecto al tema que no he visto a nadie mencionar, y quizás pueda ayudar a alguien más a hacer sentido de todo esto.
Todo esto ya tiene varios años. Desde gente no queriendo saber nada de Kevin Spacey o Louis CK, con sus respectivas industrias dándoles la espalda, momentaneamente porque hombre blancos en posiciones de poder. No obstante, esta nueva ola en mi algoritmo se produjo debido a los casos de "supuesto" abuso por parte del escritor Neil Gaiman contra mujeres con las que tuvo relaciones de caracter romántico y sexual. No quiero asegurar que esto ocurrió o no (aunque me inclinó a creer lo primero), pero me resulta curioso que esto tiene ya casi un año y hasta ahorita fue el boom del tema, al menos en mi algoritmo. Aun así, lo importante de esto es el discurso que parece se está formando, usando un lenguage que suena nietzschiano, diciendo que la muerte del autor es inminente porque con estos casos no podemos seguir consumiendo los productos de estos autores.
Reitero, esta idea no me parece problemática en sí misma. Una creadora de contenido que respeto ampliamente, Becka Salas, precisamente tiene un video sobre el tema en el que afirma que no puede leer la historia de Caliope de The Sandman sin sentirse asqueada, con estos recientes hechos resignificándole la historia para pasar de un discurso contra el abuso femenino a una objetivización fetichista. Esta lectura es interesante, y en retrospectiva creo que le brinda nuevos matices, y me parece muy triste que ella vea in-leible esta historia nuevamente.
Me resulta mal usada la idea de "la muerte del autor". Utiliza un lenguaje nihilista para una idea contraria. Nietzsche decía que Dios estaba muerto no porque ya no se pudiera confiar en Dios porque nos había fallado, sino que debíamos vivir como si no hubiera Dios (independientemente de si creemos o no en él), para dejar de vivir con miedo y actuar por nosotros mismos. Esa es más similar a mi postura con respecto al autor, pero como el término ya está ocupado tendré que usar "el aborto del autor". Si bien suena similar a la idea anterior, hay una diferencia, y es que para matar algo este ya tuvo que existir y vivir por sí mismo, mientras que para abortarlo no.
Espero no haber escrito algo muy confuso. Voy a empezar desde el principio. La idea del autor es muy nueva. Las pinturas rupestres no se firmaban, ni sabemos quienes diseñaron las construcciones turísticas de civilizaciones antiguas. El autor como concepto surge en el renacimiento, en la pintura, donde, aunado a que ignora a los aprendices que también trabajaban en la obra, ni siquieralos realizadores se veían como artistas, sino como artesanos que firmaban para que supieran a quién contratar. Es hasta el siglo XVIII que el autor adquiere esta aura de misticismo y genialidad que mantiene hasta hoy. Incluso el cine pasó sus primera media década de historia sin considerarse un arte con un autor, el cual es tan colaborativo que muchas veces este autor es más una convención de la visión social individualista del siglo XX que una real visión creativa a cargo de un proyecto cinematográfico.
¿A qué voy con esto? El autor como este ente creativo y hasta místico es una idea enteramente moderna, inexistente durante los periodos antiguos y clásicos, y obsoleta en la posmodernidad. Se ve al autor como esta persona maravillosa, llena de ideas irreplicables, casi se le deífica. Es ridículo. Hacer arte es como cuaqluier otro producto, no es nada místico ni grandioso, y debemos dejar de verlo así. No solo porque es inhumano ver a alguien bajo esta visión tan poderosa que puede pisar a los demás con tal de conseguir su obra, sino porque no hay un fundamento real. No hay autores en la naturaleza, simplemente hay disciplinas en las que decidimos que debemos admirar más que en otras al realizador.
Con esto no me refiero a que no haya alguien detrás de las obras de arte, mucho menos que no deban de reconocérseles sus derechos morales y patrimoniales de autor, solo que no podemos seguirlos viendo como deidades (regresando a las ideas del filósofo alemán). No es justo que hayamos decidido que ciertas actividades tengan este trato tan desbalanceado donde las acciones de uno condenan a todos los involucrados. Así como no porque el contador que hizo los balances de una maquila automotríz resultara ser un abusador esto implicaría que ya no debemos comprar un carro ahí (quizás por el abuso laboral generalizado sí), tampoco porque el escritor de un cómic de hace treinta años en el que se basa una serie hoy haya abusado de alguien hace justo que deje sin trabajo a todos los demás artistas involucrados y sin una conclusión a los fanáticos de la misma. Obviamente hay implicaciones éticas, morales, sociales y laborales, como que no puedes mantener a esa persona en un puesto de poder, pero no puedes tumbar todo un sistema solo porque un engranaje reemplazable está roto.
Esto es lo que yo entendería como un equivalente nihilista y nietzschiano de la idea de "la muerte del autor", pero para esto requiere reconocer la existencia del autor a priori. Por eso, esta visión me parece conflictiva desde esta concepción, yo propongo una alternativa. Si podemos matar al autor es porque nosotros le dimos vida, entonces si nunca se la damos, si lo abortamos antes de que la tenga, no podemos matarlo, ni siquiera es necesario. Es decir, es complicado reconocer a un artista como un gran autor y querer poder matarlo para separarlo de su obra, pero no lo es tanto desde un inicio verlo únicamente como un realizador que no tiene nada de especial. No debemos de deshacernos de la idea del gran autor Neil Gaiman de The Sandman para poder leerlo, solo entender que el que lo realizó es solo un escritor, no es un faro de moralidad ni mucho menos alguien a quien debamos ver hacia arriba.
Hay un haiku que me parece pertinente a esto:
La flor florece
de marzo a septiembre,
si no se corta.
Supongo que al leerlo por sí solo no hace mucho sentido, pero podemos, aunque sea, encontrarlo lindo o placentero. No necesitamos saber el nombre del autor para leerlo y experimentarlo estéticamente. Sin embargo, cuando aclaro que se trata de un filántropo ganador del premio novel de literatura, pues esto nos hace encontrarlo más bello, verlo casi como una reflexión de la fragilidad humana. Y, si agrego que también se trata de un pederasta reconocido, ahora se siente oscuro e incómodo, como una metáfora de destrucción y ataque a la inocencia. Pero, no solo el poema nunca camibió, si no que nada de lo anterior es cierto. Acabo de inventarme el haiku posiblemente rompiéndo una cantidad de reglas de la poesía impresionante, y ahora al revelar que solo era para probar un punto parece ser únicamente algo intrascendente y hasta pendejo. Nuevamente, el poema no cambió, solo la idea de lo que el autor del mismo es o no es.
Otro caso similar me ocurrió con un video de Jordi Maquiavello, quien me parece uno de los mejores críticos y analistas de cine, sobre su problema con la película de Anora. Si bien yo también tengo mis cosas con la cinta, estas son completamente diferentes a las que Maquiavello presenta. Él afirma que Anora falla en presentar una humanización, empoderamiento y revindicación de las trabajadoras sexuales, cosa que su director y escritor Sean Baker declaró intentar lograr con esta cinta. Efectivamente, no hay nada en todo el metraje que te de a entender algo de esto, pero cuando yo veía el filme nunca busqué esto, para mí solo era una exploración de personaje que cumpple en ese sentido. Algo similar ocurre con Emilia Perez, pues al escuchar a su director es claro que se trata de un proyecto de porno-miseria (vista fetichista de la pobreza que les encanta a los festivales de cine europeos y paises económicamente desarrollados) hecho para regodearse en su visión ofensiva e insensible de México, pero si nunca lo escuchaste, como yo, resulta una película graciocísima que es casi una oda al mal gusto.
Por esto yo no veo entrevistas, una película debería funcionar o no sin estas y sin importar quién sea o qué diga el director; a veces incluso voy al cine sin saber quién está detrás de lo que estoy viendo, y nunca hago una investigación biográfica del autor de un libro previo a la lectura. A lo que voy a esto es que el autor es una parte innecesaria en la lectura de la obra. Toda la obra se basa en nuestra interpretación. Regresando a las analogías nietzschianas, cuando vemos una película ni esta ni el autor nos miran de regreso, somos nosotros mismos quienes la significamos y nos inventamos dicha mirada.
Uno como artista cuando crea una obra y la deja afuera en el mundo, la dejas ir y sabes que ya no es tuya, ya cada persona la consumirá e interpretará personalmente. Igual este texto, yo solo puedo esperar que quien lo lea entienda mi punto de vista y que yo lo haya transmitido bien, no puedo esperar que me contacten para esperar una explicación o que investiguen mi biografía para entender mi mensaje. Espero que el texto funcione por sí mismo, que si a alguien le dice algo no sea gracias a que yo soy el autor, sino a pesar de que lo soy. Creo que un texto, una obra de arte o una idea son más importantes que la persona que la realizó, nadie es tan importante.
Espero haber sido claro y no haberme ido mucho por las ramas. Soy de la idea de que toda obra tiene un autor, alguien detrás y que merece el reconocimiento artístico y económico por dicha obra. No obstante, este ser no es especial, no es una buena persona a la que debamos admirar y estar de acuerdo con sus ideas, es alguien como tú o yo que simplemente se dedica a la creación artística. Para mí, no se trata de si podemos o no separar al artista de la obra, si podemos o no matar al autor, ni de investigar o no la biografía y pasado criminal que tiene la persona detrás de una obra, sino de desconocer el concepto de autor desde antes del visionado. Entender la obra solo como un producto hecho por varias personas para ser consumido, que si bien refleja y transmite las ideas del autor, es algo independiente del mismo. No hace mucho sentido esperar que los autores sean faros morales ni que compartan nuestras ideologías, quizás solo hace falta esperar que produzcan buen arte que nosotros podamos disfrutar no porque ellos lo hicieron, sino a pesar de que ellos lo hicieron. No hagamos que una persona que consideramos horrible, moral y socialmente despreciable sea más poderosa que el arte en sí mismo. Quizás sea muy optimista, quizás efectivamente sí no hay una manera adecuada de separar al autor de la obra, pero, quizás también podamos empezar a ver las obras por sí mismas sin la necesidad de que estén pegadas a alguien. Quizás podamos, desde ahorita, ir trabajando en el legrado de la idea de autor de nuestra conciencia colectiva.

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